A 49 años de aquel día, un humilde homenaje al GENERAL, JUAN DOMINGO PERÓN.

Sabíamos que el GENERAL estaba mal, todos presentíamos que el desenlace era cuestión de días, para algunos de horas, pero aquellos que teníamos la militancia en la sangre, no perdíamos la esperanza.

El caldero de la Nación estaba en una ebullición constante. La oligarquía preparaba sus copas para el brindis, como aquella vez con EVITA.

Por aquel entonces, quien escribe estas líneas era jefe de supervisores en una empresa metalúrgica en el departamento de control de calidad, apenas con 24 años.

Como todas las mañanas, el colectivo de las 5,30 me dejó cerca de la empresa. La llovizna fría que pegaba en mi rostro como una tenue caricia de presagios profundos, no me importaba. Marqué mi tarjeta a las 5,53, apenas siete minutos de la hora de ingreso. Muchos de mis compañeros, agrupados de a tres o cuatro, discurrían sobre lo que muchos medios ya vaticinaban: la agonía del General estaba llegando a su fin. Se debatía si empezar las tareas en la fábrica o empezar la peregrinación hacia la capital. La moción de esperar hasta el anuncio y luego recién abandonar tareas y partir.

A las 10,25 de la mañana del 1 de julio, tuvo el primer paro, dejamos todo como estaba y enfilamos a la plaza Sarmiento en Rosario, donde ya estaban los micros. Las radios a transistores sonaban perdidas en el ronronear del asfalto de la ruta nueve, justo cuando apareció el cartel de que estábamos por Ramallo. Las 13,15. Radio Nacional informaba sobre el paso a la inmortalidad del GENERAL JUAN DOMINGO PERÓN.

Algunos obreros de otras fábricas, compañeros, docentes y muchas caras tristes. Los más viejos, con muchas canas y manos curtidas, acompañaban con sus caras crispadas, alguna lágrima que, de tanto en tanto, rodaban por las mejillas.

Lo que vino después, imágenes que, en días como el de hoy, parecen refrescarse en la memoria. Las intrigas políticas, los pactos secretos y toda eso que, de allí en más, se fue enquistando en el pueblo argentino. Es solo una deuda pendiente de buena parte de la sociedad para con los que recibieron.

49 años han pasado, el odio se ha acrecentado, pero el legado que dejó PERÓN no será igualado.