FALLECIÓ DANIEL FEIJOO
Profunda tristeza y desazón en EDITORIAL LUNA DE MARZO, por el fallecimiento de DANIEL FEIJOO, columnista de la revista de nuestra Editorial y amigo, como tantos, privilegiado de esta casa.
Este diario, inauguró las columnas de cultura con su colaboración, EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO.
Luego vendría EL PRIMER ESCALÓN en el cual hablaba sobre sus comienzos, sus estudios en Lobos, su decisión de la carrera que lo llevó a sus grandes triunfos, luego vendría , una semblanza filosófica aprovechando las oportunidades de viajar por el mundo, que le dio su profesión.
Asiduo visitante de la Editorial, cada vez que venía por Lobos, nos enriquecía con sus relatos y la entrañable amistad con nuestro hijo Ismael. Una de sus visitas, quedó inmortalizada con una foto donde nos reunimos con Rubén Darío Basiles, Alfredo Valderrama, y quien escribe estas tristes líneas como un somero homenaje a su partida.
A forma de despedida de un amigo aquí va:
EL PRIMER ESCALÓN…
Por: Daniel Feijoo
Escenógrafo
Todavía suena en mis oídos el terrible sonido del timbre del Colegio Comercial… Era un sonido estridente que todos los días, a las 07:40, se hacía oír en toda la manzana…. Yo, generalmente, cuando escuchaba el timbre estaba a dos cuadras de distancia de la puerta de entrada del colegio y, aunque me apurara en llegar, sabía que “el celador Topa” ya me iba a poner la media falta.
Realmente me costaba muchísimo levantarme en tan temprano. Siempre decía: ¿Por qué el colegio es tan temprano? Pero bueno, más allá de esto… eran días maravillosos en plena juventud. Mi vida, mis amigos, toda mi gente, mis sueños… Un camino entero por transitar. Era muy feliz. Una época sin problemas. En lo único que había que pensar era en qué rumbo íbamos a tomar una vez que sonara el último timbre de 5to año.
Mis amigos ya se habían decidido por medicina, ciencias económicas, abogacía, veterinaria etc… Pero claro, yo sabía que a mí me gustaba dibujar y lo había hecho durante toda mi infancia, en casa, en la nocturna del Colegio N.°1 y en donde encontrara un papel en blanco. Cualquier momento era bueno. De modo que, un buen día tomé mi gran decisión: ¨VOY A SER DIBUJANTE¨. Y, ahí, la enorme pregunta… ¿Dibujante en Qué? Y la respuesta a este interrogante la iba a encontrar en la Facultad de Bellas Artes, en Plaza Rocha de la Ciudad de La Plata… ¡Y allí fui!
En aquel entonces, el curso de ingreso consistía en permanecer una semana en cada uno de los talleres que formaban parte de la inmensa variedad de estudios en Bellas Artes, tales como pintura, historia del arte, historia de la cultura, cerámica, escultura, etc… hasta llegar al taller de escenografía, que me deslumbró. Fue así como me dije: “Sí, esa va hacer mi carrera, algún día seré Escenógrafo.” Yo tenía 17 años y me fascinó la idea de dibujar planos, de hacer maquetas. Transmitir todo lo que tenía dentro a un escenario me pareció genial. Empecé, así, mi carrera. ¡Ese fue mi primer escalón! Yo siempre digo que, para llegar a la cima, es importante escalar, escalón por escalón.
Quiero destacar y agradecer el hecho de que siempre tuve el apoyo de mis padres, en todos y cada uno de mis emprendimientos. Esto siempre me dio mucha tranquilidad para poder seguir haciendo lo que más me gustaba.
Un párrafo aparte y muy merecido en el imborrable recuerdo de mi paso por “El Teatrito”. Fueron días maravillosos, compartidos con el querido Negro Del Buono, quien me inculcó la cultura del teatro.
Así, también, cuando pintábamos los murales para el Día de la Tradición, en Lobos y las Carrozas para Carnavales, que hacíamos con mi amigo Daniel Russo.
Luego de tres años de estudiar y perfeccionarme, mientras me costeaba mi carrera vendiendo ropa de bebé, me llegó la posibilidad, por medio de uno de mis profesores (Hugo De Ana), de ingresar como dibujante en la Oficia Técnica del Teatro Colón de Buenos Aires, y allí me trasladé a vivir a Capital, mientras seguía estudiando. Ahí comencé no sólo a trabajar en el Teatro sino, además, a realizar mis propios proyectos conectándome con diferentes productores, directores y artistas de otros teatros. Fue así como, entonces, comenzó mi carrera aún sin haberme recibido.
Tuve la fortuna de trabajar con gente de mucha calidad y trayectoria artística y humana, que me fueron enseñando mucho y, de esa forma, fui aprendiendo a moverme dentro de este nuevo y mágico mundo del arte.
Sin duda, todo el camino recorrido en el mundo del teatro, televisión cine y publicidad etcétera, implicaría una nueva página para contarles distintas experiencias.
En este nuevo comienzo de poder llegar a ustedes quiero agradecerle a Luna de Marzo La Revista, que me permite contarles mis primeros pasos.
Asimismo, estoy para servirles ante cualquier duda o necesidad que tengan. A través de la Editorial Luna de Marzo me pueden ubicar. Siempre estoy y estaré para mi “Gente de Lobos” porque sigue siendo “mi Lugar”.
¡Gracias por compartir esta nota conmigo, un abrazo enorme para todos!
EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO
Mi profesión me ha dado, sin dudas, un montón de satisfacciones. Entre ellas, puedo contar la posibilidad de trabajar frente a diversos públicos en infinidades de teatros y, obviamente, en distintos países. Estos viajes, con tantos caminos recorridos, me posibilitaron siempre, y hasta el día de hoy, conocer e interactuar con incomparables culturas que fueron ampliando mi abanico de aprendizaje a través de la vida.
Uno de tantos lugares llenos de historia, misticismo y origen de tantas otras creencias fue Israel, donde tuve la oportunidad de trabajar en la ‘’Ópera de Tel Aviv’’, hermosa ciudad que me permitió recorrer toda «Tierra Santa»
desde Palestina, Jerusalén, Belén y El Muro de los Lamentos… En esos caminos recorridos fui pasando por los mercados de la vieja Jerusalén… llena de historia, rincones místicos que no sólo enseñan, sino que son un bálsamo para el alma. La sensación es inexplicable… y el aprendizaje infinito.
Mientras recorría, quería comprar cada pedacito de historia y pude conseguir algunos pergaminos y cosas muy interesantes que me han mostrado otras culturas y han contribuido en mi continuar transitando.
Hoy recuerdo y tengo ahora, entre mis manos, un viejo pergamino donde hay un escrito muy interesante que me ha dejado una gran enseñanza y lo quiero compartir esta tarde con ustedes.
Se llama ´´El verdadero valor del anillo´´. No sabemos el año el que se escribió ni quién es el autor, puesto que es anónimo, pero me pareció muy interesante y, por eso, lo quiero compartir.
Cuenta la historia que…
Un joven concurrió a un sabio en busca de ayuda.
—Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarlo, le dijo:
—Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mis propios problemas. Quizás después… si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
—Eh… encantado, maestro —titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
—Bien —asintió el maestro.
Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho agregó:
—Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo para pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y solo un viejito fue tan amable
como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, así que rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado —más de 100 personas— y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.
¡Cuánto hubiese deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y su ayuda.
—Maestro —dijo—, lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
—¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo!
—contestó sonriente el maestro— Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quieres vender el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
—Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
—¡¿58 monedas?! -—exclamó el joven.
—Sí —replicó el joyero—. Yo sé que con el tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
—Siéntate -—dijo el maestro después de escucharlo—. Tú eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal sólo puede evaluarla verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.
Interesante… ¿No