Desde este domingo hasta el final, EL CUARTO PODER, editará la novela de Lucas Tomás Plácido, JUEGOS DE NAIPES.
La misma estará inserta en la sección CULTURA en capítulos semanales, los días domingos, hasta su finalización.
Lucas ha editado en Editorial Luna de Marzo su obra Piratas de Laguna, además de haber sido uno de los ganadores del primer concurso literario LOBOS TE CUENTA.
Capítulo 1:
Estancia “La Esmeralda”
Los extraños acontecimientos ocurridos en la estancia “La Esmeralda” durante la mañana del 14 de enero del año 1927, lograron rápidamente conmocionar a toda la opinión pública de la localidad de Lobos. En efecto, esa misma mañana, mientras me encontraba trabajando en mi oficina de la comisaría local, el comisario Evaristo Raúl Riestra se dirigió a mí con cierto aire de nerviosismo en su tono de voz.
- Señor Florencio Ameghino, necesitamos que nos acompañe hasta la estancia “La Esmeralda”, se ha producido un asesinato.
Asentí con la cabeza y junté los elementos necesarios para tomar declaración a los testigos. Luego subimos al automóvil “Ford T” policial acompañados de los oficiales Peña y Rodríguez, y al cabo de una media hora de viaje ya nos encontrábamos en la entrada de la estancia. Un hombre alto, de raleados cabellos color castaño vino a recibirnos en aquel lugar. La expresión de su rostro y el acento de su voz denotaban una profunda consternación.
- Gracias por acudir a nuestro llamado, mi nombre es Celestino Hernández y soy uno de los dueños de la estancia “La Esmeralda” – manifestó. Si me acompañan, les explicaré los detalles del lamentable suceso.
El oficial Rodríguez permaneció haciendo guardia en la entrada mientras acompañábamos a Don Celestino a través de una amplia calle de tierra delimitada con dos hileras de álamos a los costados. En el trayecto, nos puso al tanto de lo ocurrido aquella mañana.
- Todo sucedió alrededor de las nueve. El personal se encontraba trabajando en las distintas actividades que se realizan a diario, cuando una estampida de revólver se escuchó en todo el casco de estancia. Sin saber en principio de dónde provenía el disparo, salimos con mi hermano y otras dos personas afuera de la casa principal, y luego de un breve intercambio de palabras, coincidimos en que provenía del salón comedor del personal que trabaja en la estancia, situado a unos 150 metros de la casa principal. Cautelosamente, nos fuimos acercando hasta allí, mientras otro grupo de personas que trabaja en los establos también lo hacía desde la dirección opuesta. Al ingresar al inmueble, el panorama fue impactante. Uno de los capataces con los que cuenta el establecimiento yacía muerto tirado en piso con un tiro en el pecho; y a pocos metros de él, un peón rural que trabaja en la estancia de apellido Cardozo fue encontrado apoyado en la pared en aparente estado de shock. También encontramos en el piso un revólver calibre 38, una vaina servida y un facón con mango de plata que pertenecía al capataz asesinado.
En este punto del relato, ya teníamos ante nuestra vista la construcción que había sido testigo de lo sucedido. Siguiendo los pasos de Don Celestino, nos dirigimos hasta la entrada del comedor de la estancia para observar más de cerca el lugar. El inmueble poseía dos amplios salones conectados entre sí, a los cuales se accedía por una gruesa puerta de madera macisa que daba acceso a uno de ellos. En la parte trasera de la edificación, un pequeño monte de Eucaliptus proveía sombra para mitigar el insoportable calor de enero. No se divisaban otras construcciones cercanas; a unos 150 metros se encontraba la casa principal y en la dirección opuesta estaban situados los establos, distantes unos 200 metros de aquel lugar. Atravesando el monte de Eucaliptus de la parte trasera del inmueble, se podía llegar a los galpones destinados al almacenamiento de los granos de la cosecha, pero éstos se encontraban alejados, ya que había que caminar al menos unos 300 metros para llegar hasta allá. El comisario Riestra nos indicó que esperáramos y le hizo una seña al oficial Peña para que lo acompañe en el ingreso al inmueble. Tras parapetarse uno a cada lado de la puerta y desenfundando el arma reglamentaria, ingresaron apuntando en todas direcciones.
Deben haber transcurrido unos 15 minutos hasta que salieron de aquel lugar y dieron orden al médico de la estancia para retirar el cuerpo del desgraciado capataz, no sin antes marcar con una tiza blanca el lugar en que había caído. Luego se acercaron hasta donde se encontraba Don Celestino, que permanecía en el más absoluto silencio.
- Hemos revisado todo el interior y podemos asegurarle que no hay nadie escondido allí – indicó el comisario. Vamos a inspeccionar el monte de Eucaliptus que se encuentra detrás del inmueble y sus alrededores. ¿Usted afirma que nadie entró ni salió del salón luego de que escucharon el disparo? – preguntó.
- Así es, señor comisario, nadie entró ni salió de allí hasta que llegamos con el resto de las personas y encontramos al señor Ulises Cardozo apoyado en una de las paredes internas. En este momento se encuentra en la casa principal de la estancia, no ofreció resistencia y parece estar en aparente estado de shock, creemos que por haber efectuado el disparo.
El comisario Riestra y el oficial Peña se dirigieron al monte de Eucaliptus para poder explorarlo, buscando algún indicio o prueba que pudiera aportar más información sobre el lamentable hecho. Incluso observaron las ramas de los árboles, solo para comprobar que no hubiera nadie escondido por allí.
Ocupé mi tiempo en tomar declaración a los numerosos testigos que se encontraban en el establecimiento, pero ellos no pudieron aportarnos nada nuevo a lo que ya sabíamos. Todos se mostraban absolutamente desconcertados respecto de lo ocurrido, ya que nadie hubiera podido siquiera imaginar que el señor Ulises Cardozo cometería un acto semejante. Fue en aquel momento cuando observé al oficial Rodríguez, que se había quedado haciendo guardia en la entrada de la estancia, acompañado de una persona cuyo rostro me resultaba familiar. La inconfundible figura del detective Esteban Luro se acercaba caminando lentamente junto al oficial, observando todo a su alrededor. Al verme, se acercó hasta dónde yo me encontraba.
- Señor Ameghino, es un gran placer verlo nuevamente. – manifestó estrechándome cordialmente su mano-. Siempre es reconfortante volver a encontrarse con personas como usted. Me acerqué hasta aquí luego de que la comisaría de Lobos me notificara de lo sucedido. La casualidad ha hecho esta vez que haya podido venir bastante rápido, ya que me encuentro investigando varios casos de “cuatrerismo” ocurridos no muy lejos de aquí.
Saludé cordialmente al detective Esteban Luro y lo puse al tanto de los hechos hasta dónde llegaba mi conocimiento. Luego me consultó acerca del paradero del sospechoso y sobre el trabajo realizado por la policía.
Mientras terminaba de dar explicación a sus consultas, se hicieron presentes el comisario Riestra junto al oficial Peña y un hombre esposado. Este último, era una persona de contextura física pequeña y se encontraba vestido a la usanza de los peones rurales del lugar. Una gorra marrón aplastaba sus ondulados cabellos entrecanos, y su rostro denotaba una horrible sensación de sorpresa mezclada con terror. No tardamos en darnos cuenta de que la persona esposada era precisamente el señor Ulises Cardozo, principal sospechoso del asesinato del capataz. El sujeto se encontraba en un estado lamentable, su mirada perdida ni siquiera detectó nuestra presencia junto a él. Fue el detective Esteban Luro quien tomándolo por un brazo intentó interrogarlo.
- Señor Cardozo ¿qué ocurrió hoy a la mañana en el interior del salón comedor? – le preguntó.
- Yo…no…no lo sé. – balbuceó.
- Pero usted se encontraba allí ¿no es así?
- Yo estaba…estaba…por allí.
- ¿Usted le disparó al capataz?
- No…no…yo no sé qué pasó.
El comisario Riestra interrumpió el infructuoso interrogatorio dirigiéndose al detective.
- No se esfuerce, señor Luro, ya hemos intentado interrogarlo en dos ocasiones con resultado negativo. No quedan dudas de que es el autor del asesinato, ya que es la única persona que se encontraba en el lugar. Nadie ha salido del salón luego del disparo y ya fue inspeccionado tanto el inmueble en el que ocurrió el hecho como sus alrededores. Puedo asegurarle que no hay nadie escondido por allí.
- Entiendo sus sospechas, comisario, de todos modos me veo en la obligación de realizar mi propia investigación. – observó el detective.
- Puede realizar las investigaciones que crea convenientes, aunque considero que su presencia aquí es innecesaria, ya que los hechos se encuentran bastante claros. Trasladaremos al señor Ulises Cardozo a la comisaría; el señor Ameghino y el oficial Rodríguez se quedarán con usted hasta que termine su trabajo, para nosotros este caso ya se encuentra prácticamente resuelto.