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PANDEMIA

Este cuento fue escrito en plena pandemia, tal vez solo un recuerdo o, un descanso temporal de algo que aún hoy, sigue latente

 

COSAS DE PANDEMIA.

Autor: Alfredo Barsotti

 

Cuando la pelota llegó a sus pies, sintió la emoción que, con solo empujarla, todo el entorno estallaría en un griterío festejando su conquista. Escuchó el grito desaforado de su madre:

—Dale Juancho, metelo, metelo.

El dolor de su pierna izquierda era insoportable, el raspón producto de un fuerte cruce con un contrario, se sentía a flor de piel. En el momento que afirmado en su pierna derecha la zurda, infalible decían los que admiraban su juego, empujó el balón al fondo de la red.

Y todos se le vinieron arriba, una vez más su cuadro anotaba tres puntos en la liga.

No valieron las recomendaciones que no se saludaran, no se amontonaran por más que se hiciera un gol, la pandemia azotaba cada vez más, y la presión de dirigente y sus propios padres, hacía que él estuviera a toda costa en el juego

Festejo en la cancha, en el vestuario, y seguramente en la quinta de Pirulo, la versión de muchos:

—No pasa nada, al deportista sanos y jóvenes como ustedes, si se cuidan medianamente, no pasa nada

Y Juancho a como dé lugar, había sido criado para que resultara a imagen y semejanza de sus padres.

Carola, su madre, ama de casa, nunca había terminado de estudiar, y como sus amigas jugaban al hockey, ella también lo practicaba, se sentía una profesional, aunque solo jugara un par de minutos por partido.

Lorenzo, su padre, a duras penas había logrado aprobar unas cuantas materias de ingeniería, pero la ayuda de su suegro y relaciones, lo colocaron en una empresa de raigambre en el pueblo donde vivían, Casa, auto, un buen pasar, aunque a veces le costaba seguir el tren de ciertas familias muchísimos más pudientes que ellos.

Juancho estaba destinado a ser el mejor en todo, si bien se beneficiaba con ser único hijo, la carga a veces le pesaba. Él era y se sentía diferente, amaba la lectura, la buena música, y hasta se había largado a escribir un diario, en el cual desgranaba incluso poesías para la chica que adoraba, pero que sus padres no querían que frecuentara, ya que su familia trabajaba en u un supermercado de barrio. Juancho, adoraba a Clarisa, soñaba con acariciar su pelo rubio, y le maravillaban los ojos color cielo, sin embargo, su madre no dejaba de presionarlo para que invitara a salir a la hija de los Pizarro, quien era el gerente del banco local y su madre la vice del colegio Nacional. Las veces que pudieron hablar en alguna reunión que sus padres recalaran, le parecía muy vulgar, amén de los granitos que le llenaban toda la cara, y que contrastaban con las mejillas blancas y perfectas de Carola.

No había pasado más de cuatro días del encuentro de futbol, y su pierna le seguía doliendo, incluso el raspón, producto de la rabiosa cepillada que le diera aquel contario, lucía más colorada que otros días. Pensó en el escupitajo que le tirara el jugador, que dio de lleno en la palma de su mano derecha, la misma que usó para sacarse el sudor de la frente i bien se reincorporó de la falta.

A media noche, sintió que el pecho se le cerraba, cuando intentó reincorporarse de la cama, se dio cuenta que había transpirado profusamente. Se levantó y cambió la remera que usaba para dormir y, llegar al baño fue una odisea. Regresó a la cama, y haciendo un esfuerzo, sorbió un trago de agua de su mesa de noche, allí se dio cuenta que la garganta le dolía.

La mañana lo sorprendió con la entrada de su madre que lo despertó despertándolo.

—Vamos Juancho, se hace tarde, voy a acompañarte a la escuela, ya que, con un grupo de amigas, tenemos cita con el intendente, para pedirle que no cierren los colegios por la pandemia.

— Mamá, quiero quedarme, me duele mucho la pierna y me parece que se infectó el raspón, creo que tengo fiebre.

—Vamos Juancho, que van a decir de vos, que sos un flojo, que no querés estudiar, sin un título novas a ser nada, además, eso de la pandemia es un poco de grupo, le agarra a la gente que no se cuida, que no trabaja, y bla, bla, bla. Así era su madre, siempre despotricando por el gobierno de turo, para ella solo existía sus amigas, el hockey, y las novelas extranjeras que mostraban una realidad de extravagancia

Y Juancho se levantó como pudo, con la promesa de su madre, que, al salir del colegio, irían a que le revisaran el raspón.

No había terminado la primera hora, cuando el mundo se le comenzó a caer encima a Juancho. La entrada de la profe de biología, lo encontró sentado sin siquiera poder incorporarse para saludar, cuando levantó la mirada ante la requisitoria de la profe, que había llegado a su lado para reclamar por su actitud, todo termino, la oscuridad lo invadió, sentía que un ejército de soldados se había parado sobre su pecho.

Cuando casi despertó, vió unas manos que lo sostenían e introducían algo en su garganta, después, nada más.

Juancho nunca despertó del coma farmacológico al que fue sometido cuando lo entubaron, luego de 36 días en que sus pulmones dijeron basta, fue un número más para la estadística, dos compañeros más, siguieron su camino, cuatro se recuperaron.

Han pasado casi diez días desde que Juancho dejó inconsolables a sus padres. A mdeia tarde, el timbre de la casa familiar sonó estrepitosamente, Carola abrió la puerta y se encontró con la cabellera rubia, los ojos color cielo de Clarisa que, con lágrimas en los ojos, cuales gotas torrentosas de lluvia, le entregaba un paquete con un moño azul profundo.

—Es de Juancho, le dijo, me lo entregó el día del partido, es su diario y algunos poemas, habíamos quedado en salir y quería que yo le contara que le parecía lo que contenía, el cuaderno que ahora estaba en las manos de Carola.

Tal vez la emoción o vaya uno a saber que pasó por su mente, solo atino a:—Gacias, te veo en otro momento, agregó.

“Mis padres quieren que yo sea lo que ellos no consiguieron, un eximio deportista, un futuro ingeniero, y un exitoso hombre de hogar”, …”Tal vez lo logre, tengo que hacerlo, pero de poder haber podido elegir, me hubiera gustado ser bailarín clásico, escritor, o tal vez u simple hombre en busca de mi felicidad.”…, ‘Lo que nunca voy a resignar, es quedarme sin amar de por vida a Clarisa’…’’Tal vez, cuando ella me devuelva este tesoro de mi vida que pongo en sus manos, comience una nueva vida para mi “…..

Las clases continuaron, la pandemia sigue, después de un breve receso, volvieron los partidos, lo que nunca más se escuchó, fueron los gritos desaforados de la mamá de Lucho, que ya sin Lorenzo, también muerto por la pandemia, solo le queda un cuaderno, forrado con azul araña, que cada tanto lee y relee mientras llora desconsoladamente.