SE NOS QUEMAN LOS BOSQUES, PAISANOS.
NUESTRO AMIGO, EDGARDO LANFRÉ, escritor de Luna de Marzo, Barilochense, cantautor muy reconocido de la Patagonia, nos remite unas líneas respecto al desastre de los incendios.
Se nos queman los bosques, paisanos.
Ver las imágenes de un incendio forestal, sentado en un sillón frente al televisor, conmueve las almas, pero estar allí, frente a esa hoguera inmensa y descontrolada, con ese temible pájaro de humo que no deja respirar, es desesperante. El fuego avanza y consume una vivienda, con la intensidad con la que una hoja de diario se quema en un fogón. Los pobladores que resisten hasta último momento dejar su casa, sin alcanzar a abrirle el gallinero a sus aves o a poder soltar a los animales del corral. Esto a veces les cuesta la vida. Quienes habitamos la Patagonia vemos que año a año nos angustia el latente flagelo de los incendios forestales; siempre faltan elementos para combatir el fuego, sea por tierra o por aire. Los pocos helicópteros y aviones hidrantes no parecen suficientes, lo cual es suplido por cientos o miles de voluntarios que se acercan con baldes, palas, ofreciendo comida y refrescos a los combatientes de los servicios de lucha contra el fuego o bomberos, que caen rendidos buscando un descanso. Las causas históricas han sido descuidos de acampantes, al dejar mal apagado el fuego o residuos como el vidrio, que ante el calor excesivo provoca el “efecto lupa”, colillas de cigarrillo arrojadas sin apagar y tantas otras malas conductas. Más acá en el tiempo se ha agregado la intencionalidad de pseudo grupos que reivindican algún reclamo ancestral y lo que solo quieren es sembrar el caos. También Va de suyo que cualquier pueblo originario respeta a la madre tierra y lo que menos haría sería agredirla. También está aquello que la mayoría de las veces resulta incomprobable, como es el incendio intencional con fines inmobiliarios, es decir, quemar áreas de bosque intangible para luego presionar para su loteo. Esto no está probado pero sí, es necesario decir, que muchas veces luego de un incendio se levantan en esos lugares viviendas o complejos turísticos. Se ha intentado (sin éxito hasta el momento) lograr legislaciones que declaren intangible las áreas quemadas como así también agravar las penas para los pirómanos descubiertos. Los grandes medios de comunicación, en algunos casos, no ayudan, pasando por alto la cobertura de los incendios o no dimensionándolos en su verdadera magnitud. En uno de ellos, solo por citar un ejemplo. Una pareja de panelistas se refería a algún famoso que perdió su vivienda por el fuego en El Bolsón, sin siquiera mencionar que muchos anónimos también la han perdido. Los parques nacionales son un tesoro que debemos proteger, se lo estamos cuidando a las futuras generaciones y no debemos claudicar en lograrlo. Tal vez sea necesario el reclamo más firme y multitudinario ante las autoridades para que se ocupen. Creo que no se trata de la trillada costumbre de pasarse la pelota entre municipio, provincia o nación, son DE TODOS, para el disfrute de todos los visitantes. Haría falta campañas de concientización y educación más intensas. SE queman especies autóctonas milenarias, dejando un paisaje desolador, humeante y arrasado. Una postal de guerra, con el zumbido de los helicópteros sobrevolando y el llanto impotente de los combatientes y el desconsuelo de gente que ha perdido todo.
Hay una vieja fábula que cuenta de un colibrí que llevaba agua en su pico y la derramaba sobre el fuego que abrazaba al bosque. Un león que lo observaba le dijo que deje de hacer eso, que el agua que llevaba en su pico no alcanzaba para apagar el incendio, a lo que el avecilla respondió: “yo hago lo que puedo”. En estos días hay centenares de colibríes que acarrean baldes para combatir el fuego.
Mientras tanto, el león…. Sigue en lo suyo.