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EXPEDICIÓN AL ARROYO LAS GARZAS, EN BICICLETA

Expedición al Arroyo Las Garzas (en bicicleta).

                               

Leía la nota de la expedición de Adriana Buchele al Arroyo Las Garzas, amiga que conocí
por sus aventuras en Kayak, y también en bici. Y ahí me di cuenta que yo también había
hecho esa expedición, pero con otro contexto: Un arroyo totalmente seco, como un camino
rural.
En la sequía que estamos viviendo, el Arroyo Las Garzas, se secó totalmente. Con la
curiosidad de un niño, y mi bici, salí en busca de esa exploración. Seguramente este
espacio, fue transitado por Thomas Falkner en 1742 hasta encontrarse con la laguna que él
mismo llamaría “de los lobos”.
En esta expedición, bajé por el antiguo Parque de Vialidad, viejo vivero donde se cultivaban
los árboles para forestar la Ruta, y ahí nomás, el puente viejo, del trazado de la primitiva
Ruta Nacional 205.
Caminos serpenteantes entre el pastizal pampeano, alguna línea de pesca colgada en los
cables, y una calle, que en realidad era un arroyo. Me decidí por pedalear por el cauce, ver
la profundidad, las marcas del agua en la costa, y jugar a la arqueología contemporánea:
hallar botellas de vidrio, frascos, alguna prenda, metal, y plástico; vestigios de nuestra
sociedad.
Más adelante, algo que había visto en google Maps, pero me parecía casi imposible: una
isla. En realidad, el arroyo se abre en dos brazos y permite dejar en el centro una porción de
tierra alta con algunos árboles; pero gusta pensar en la idea de una “isla” en Lobos.
En mi primer visita, la isla estaba rodeada de mucho barro y en el centro, una vaca; como si
fuese una vieja especie que quedó aislada.
Sigo camino, ahora por la costa, como si fuera una barranca de baja altura, y diviso a lo
lejos, el “puente de la vía; un puente ferroviario que cruza Las Garzas, cuyas vías
pertenecen al Sarmiento, entre Lobos y la Laguna. Paso por debajo, y devienen miles de
recuerdos de mi infancia, y los domingos de pesca en familia; mi abuela Jacinta haciendo
asado, y yo, jugando al explorador.
El arroyo sigue insistiendo que es camino, totalmente seco, y botellas que asoman del
barro, alguna de vidrio, otra de plástico. Un alambrado que supo cortar el arroyo, y más a lo
lejos, “la boca”: la exacta desembocadura de Las Garzas en la Laguna de Lobos.
A mi izquierda, donde seguramente estaba ubicado el Fortín San Pedro de los Lobos, allá
por 1779, con sus 16 milicianos y sus dos ranchos de barro, “cuidando” la frontera.
Como por arte de magia, comienza a llover, una de las pocas lluvias de este verano. El fin
perfecto para lo que llamé, Expedición al Arroyo Las Garzas.
Ignacio Suárez.